Reflexiones "desde la arena" sobre la enseñanza-aprendizaje de una lengua extranjera en el contexto escolar.

(Extret del web del col·legi Erain del País Basc: http://www.erain.es)

Tal y como el título indica, la intención de este escrito es plasmar una serie de reflexiones y consideraciones sobre la enseñanza-aprendizaje de una lengua extranjera desde el punto de vista del quehacer diario dentro del aula. Los pensamientos que aquí se puedan reflejar surgen de analizar diferentes conferencias, artículos, ponencias e intercambio de experiencias entre maestros de inglés principalmente.

No pretendemos hacer un estudio teórico profundo con sus correspondientes fundamentos pedagógicos, filosóficos, psicolingüísticos, sociológicas, etc, pues no es ésta la especialidad del autor del texto. Más bien, queremos ofrecer el punto de vista de quien ejerce su labor profesional enseñando inglés en un contexto escolar, en concreto, en la educación primaria de un colegio privado trilingüe.

Enseñar Una Lengua Es Enseñar A Comunicarse

Evidentemente, esta afirmación no descubre nada nuevo a quien esté inmerso en el mundo de la educación, en el mundo de la enseñanza de un idioma. Es obvio que el último fin, el objetivo tendencia, es lograr que el alumno sea capaz de comunicarse (oralmente o por escrito) con otras personas empleando el idioma objeto de enseñanza. Teniendo en cuenta esta finalidad, cabe plantearse algunas preguntas: ¿qué es comunicarse?, ¿es suficiente con hacerse entender y comprender más o menos los mensajes que recibimos?, ¿estamos hablando de una comunicación con "calidad lingüística"?

Tal vez las respuestas vienen dadas por la naturaleza misma de la enseñanza-aprendizaje. Esta naturaleza nos habla de proceso y, como en todo proceso, existe una progresión adquisitiva que es lo que nos dará la referencia para estimar si estamos logrando el objetivo comunicativo. No podemos pretender que los alumnos se comuniquen perfectamente desde el primer momento. Sí, es algo tremendamente evidente para todos, pero sin embargo no es nada extraño encontrarse con profesionales del medio con un cierto sentimiento de frustración cuando ven que tras un año, dos, o más de impartir la asignatura del idioma sus alumnos no "producen".

Debemos ser más pacientes y poner la mirada en la adquisición natural de la lengua madre (L1), un proceso en el cual el niño no comienza a "producir" ciertos elementos lingüísticos hasta que cumple su primer año de vida (básicamente vocabulario suelto). Y han de pasar habitualmente dos años para que el niño ponga en marcha su capacidad comunicativa, eso sí, en unos contextos limitados, con una "calidad lingüística" moderada y con un bagaje de vocabulario no demasiado amplio (y siempre hacemos referencia al lenguaje oral). No hay que olvidar que estos logros surgen de una predisposición genética y un periodo sensitivo determinado para adquirir lengua; de una exposición constante a esa lengua; de unos vínculos psico-afectivos particularísimos con aquellos que son sus principales "profesores de idiomas": los padres.

Sin embargo, muchas veces pretendemos pasar por alto que cuando enseñamos una segunda lengua (L2) en un colegio, no se cumplen todas esas "condiciones ideales" que impulsan la adquisición de la L1. Pensamos, en todo caso, que la madurez intelectual correspondiente a las edades con que trabajamos suplirá en gran medida la ausencia de las características propias de la adquisición natural del lenguaje. Perdemos de vista que la adquisición de una L2, en especial la que no está enmarcada en un contexto sociocultural y lingüístico cercano, también tiene una serie de particularidades que "estiran" el proceso en el tiempo y que los logros no deben se medidos en plazos de "inmediatez".

Cuando enseñamos la L2 contamos efectivamente con nuevos elementos que influyen de manera decisiva en el proceso de aprendizaje: se pierde "naturalidad" en el proceso, se tiene ya un poso lingüístico, la exposición al idioma es reducida, se aprende en una clase, no existe un gran vínculo psico-afectivo con el modelo, existe una valoración-evaluación continua de logros, se parte de intereses artificiales, se difumina la personalización del aprendizaje, etc., etc., etc.

Si somos conscientes de todas estas realidades, estamos en disposición de abordar la labor educativa desde unas premisas que nos van a ayudar plantearnos unos objetivos parciales mucho más realistas y efectivos. Sí, tenemos que lograr que los alumnos se comuniquen, pero está claro que debemos ir alcanzando progresivos y personales grados de comunicación. Es importante no pasar por alto el término "personales". Como en todas las áreas de aprendizaje, cada alumno tiene su personal ritmo de aprendizaje y, además, en el caso de un idioma, la expresión de logros es precisamente eso, la expresión del lenguaje, aspecto en el que juega un papel importantísimo la personalidad psico-social del alumno. Hay quien por timidez, no es capaz de mostrar las destrezas que efectivamente ha ido adquiriendo. En tal caso, no podemos buscar el 100% de éxitos, ni el 90, ni el 70, de hecho no podemos valorar el aprendizaje de la lengua de un grupo determinado en términos estadísticos, puesto que es tremendamente difícil evaluar la competencia comunicativa de forma global. Estaremos realizando una buena labor si percibimos en cada uno de los alumnos un progreso adecuado a los estímulos que ha recibido desde su particular situación y personalidad. Sorprende descubrir a alumnos, que durante años no han "demostrado" su capacidad de comunicarse, siguiendo e incluso manteniendo una conversación más o menos fluida en la L2.

Enseñar A Comunicarse En El Contexto Escolar

Hemos hablado de la adquisición natural del lenguaje. La Naturaleza es sabia y por lo tanto proporciona al sujeto las mejores circunstancias para el aprendizaje de la L1. Entonces, ¿podremos "imitar" de alguna manera esas circunstancias en el contexto escolar para enseñar la L2? En cierta medida, sí. Y nuestra labor como profesores consistirá precisamente en procurar llevar a cabo esa "imitación" y, a la vez, "enfrentarse" a las limitaciones y sacar provecho de las características propias del aprendizaje de la L2 en un aula.

Naturalizar el proceso

Tal vez esto sea lo más difícil de alcanzar, puesto que el proceso de aprendizaje de la lengua es muy personal y es muy complicado crear un ámbito en el que cada uno de los alumnos se encuentre "como en casa". De todas formas sí que podemos emplear determinadas estrategias para crear un espacio que potencie las disposiciones del niño para ir recibiendo el "input" lingüístico adecuadamente:

* Crear un ambiente agradable, en el que el niño se encuentre lo más cómodo posible. La decoración del aula, la forma de hablar del profesor, los textos e imágenes que se utilizan... tienen que aportar al niño un espacio en el que el hecho "estoy aquí para aprender, para sacar una nota" quede en un segundo plano.

* Hay que crear un ambiente de confianza, en el que el niño pueda hablar, preguntar, hacer aportaciones, etc. sin el miedo a ser corregido. Esto no significa que no deba existir un "feedback" que permita al alumno reconocer sus errores, pero todos sabemos que hay maneras muy diferentes de hacerlo. Tal y como dice Isabella Hearn "el error es una renovada oportunidad para lograr el éxito".

* Poner en práctica procedimientos y actividades lo más cercanas posibles a los intereses y capacidades del alumno. No le hablemos a un niño de 6 años sobre la polución, por ejemplo, y si lo hacemos que sea de forma que acerquemos la temática al alumno y no a la inversa. Es importante conocer las características psico-evolutivas de las edades con que trabajamos y, no menos importante, hay que estar al día de los intereses de los chicos en la realidad sociocultural en que se desenvuelven (qué ven en la televisión, qué libros les gustan, qué personajes les llaman la atención, a qué juegan...)

* Hacer que las actividades de aprendizaje sean reflejo de situaciones reales en las que los niños participan en su vida normal.

* Fomentar al máximo el interés para que los alumnos sientan la necesidad de conocer la lengua nueva y emplearla para poder actuar en las actividades propuestas. El juego adquiere aquí un gran valor.

El vínculo psico-afectivo

Los profesores no somos los padres de nuestros alumnos. Somos personas cuya función es formar a otras personas y para ello tenemos que manejar términos como autoridad, exigencia, motivación, colaboración, ayuda, guía, evaluación... Además, un profesor no es sólo profesor de su asignatura, sino que también ejerce su labor en todo momento y sin perder de vista la educación integral del alumno.

De todas formas, nada de esto es incompatible con intentar crear lazos afectivos con los alumnos, de hecho la mejor manera para para que un niño aprenda algo de nosotros es que sienta una cierta complicidad con quien le enseña. Hay que lograr que para el alumno sea una satisfacción mostrar al maestro lo que ha aprendido porque éste comparte con aquél la alegría de sus éxitos. El niño ha de percibir el fracaso o el error como una oportunidad de pedir ayuda al profesor para que la próxima ocasión el resultado sea el deseable para ambos. El alumno debe asumir que su profesor le está ofreciendo una oportunidad de aprender algo para mejorar, para que esa mejora le haga sentirse más a gusto consigo mismo y para que lo aprendido le sirva para disfrutar más.

La evaluación formativa: un medio más en el proceso

Sin duda, tal y como ya hemos apuntado antes, una de las tareas del maestro es evaluar el trabajo y los logros del alumno. Sin embargo, la mayoría de las ocasiones tenemos una visión mutilada del valor de la evaluación; la interpretamos como la mera puesta en práctica de unas actividades para constatar la adquisición de conocimientos.

La evaluación formativa es la que nos debe interesar principalmente. Ha de ser un evaluación integrada en el proceso de enseñanza-aprendizaje que implique a todos los elementos del mismo: profesores, alumnos, materiales, procedimientos... La evaluación es un elemento que debe ser continuo y que nos va a permitir valorar si los medios que se están empleando (por parte del profesor y del alumno) para la consecución de los objetivos están siendo los adecuados. Por tanto, tiene que servir para hacer cambios "sobre la marcha" y el niño debe percibirla como un medio para que su aprendizaje sea más sencillo y efectivo, no como un elemento externo para "sacar una nota". El profesor debe llevar una observación constante del proceso y es de esta observación de donde sacará conclusiones sobre el progreso de cada alumno valorando los medios que se han puesto en marcha para alcanzar los objetivos previstos. La evaluación formativa hace al alumno protagonista consciente de su proceso de aprendizaje.

Aumentar los tiempos de exposición a la L2

30, 45, 50 ó 60 minutos... Normalmente es el tiempo que dura una sesión. Este es el tiempo que el alumno "trata" con el idioma y "se maneja" en el idioma. Mencionábamos con anterioridad que el tiempo de exposición incide de forma rotunda en el aprendizaje de una lengua. Si mi tiempo como profesor es tan limitado ¿cómo puedo aumentar los momentos de contacto de mis alumnos con la L2? Hemos dicho que somos profesores en todo momento, no sólo de nuestra asignatura, pero también. Por lo tanto es importante lograr que los alumnos nos identifiquen con la L2 que impartimos y nosotros debemos fomentar que empleen la L2 en todas las circunstancias posibles: en el comedor, en el autobús, en el patio, en las excursiones. Además, si hemos establecido unos buenos vínculos afectivos, los niños tendrán interés en comunicarse con nosotros y en enseñarnos que son capaces de hacerlo en nuestro idioma. Más aún ¿por qué no valorar estos periodos comunicativos como un aspecto más de evaluación? E incluso ¿no es acaso una manera más real de observar el empleo natural de la lengua por parte de nuestros alumnos? ¿No es una oportunidad excelente para que los niños puedan expresarse sin la posible "artificialidad" que se da dentro del aula? ¿No es la mejor manera de contextualizar el uso del idioma? Nos atrevemos a dar una respuesta afirmativa a cada una de estas preguntas. Sacar el idioma fuera del aula es una ayuda extra para los alumnos y los propios profesores.

Personalizar el aprendizaje: la neurolingüística entra en juego

Decíamos al comenzar este artículo que no pretendíamos hace un estudio teórico profundo y no lo vamos a hacer. Sin embargo, cabe hacer referencia a los más recientes enfoques en la explicación de los procesos mentales que nos hablan de las "inteligencias múltiples". Nuestro cerebro emplea diferentes estrategias para procesar la información que recibe del exterior y alguna de estas estrategias pueden ser más predominantes en un sujeto o en otro. Estas predominancias definen diversos estilos de aprendizaje. Algunos alumnos reciben mejor la información de forma visual, otros de forma auditiva, otros a través del movimiento... Por lo tanto, un modo de personalizar la formación de nuestros alumnos es desplegar en clase actividades diversificadas en su forma que respondan a procedimientos o conceptos comunes, de manera que variamos los enfoques para que cada alumno pueda recibir el "input" lingüístico en su estilo más apropiado.

El poso lingüístico previo y la madurez intelectual

No podemos olvidar que cuando un alumno comienza a aprender la L2, ya conoce otra lengua, su lengua madre. No trataremos aquí de las interferencias que este hecho provoca en el aprendizaje del nuevo idioma, pero sí podemos apuntar algunos aspectos beneficiosos del mismo:

* Podemos acercar el nuevo idioma a los alumnos haciéndoles reconocer las los "préstamos" que su lengua madre ha recibido de nuestra L2.

* Podemos aprovechar el paralelismo entre estructuras lingüísticas comunes a ambas lenguas para ofrecer ejemplos o explicaciones.

* Podemos emplear la lengua madre en momentos puntuales para ofrecer ejemplos o explicaciones.

Por otro lado, la creciente madurez intelectual de los niños a lo largo de los cursos, nos permitirá ir dando paso progresivamente a la reflexión lingüística por parte del alumno. Esta reflexión hará que el niño pueda aplicar y deducir reglas y, a la vez, ir interiorizándolas de manera que a la hora de producir, recurra a las mismas de forma cada vez más natural e inconsciente.

Para concluir, sólo quisiéramos reiterar que este artículo no es más que una aproximación a algunos aspectos didácticos referentes a la enseñanza de la L2 con intención de ofrecer ciertas pautas a quien comienza a dedicarse a esta labor. Finalmente queremos resaltar alguna de las consideraciones hechas:

* la competencia comunicativa se logra a través de un proceso prolongado en el tiempo;
* siempre hay una etapa previa de adquisición antes de la producción;
* los logros llegan a medio y largo plazo;
* el proceso de aprendizaje es personal, y en cada sujeto tiene un ritmo y estilo diferente;
* integrar la evaluación formativa es la mejor forma de asegurar la efectividad del proceso de enseñanza-aprendizaje;
* conocer al alumno nos permitirá acercarnos a sus intereses y aumentar la motivación.